domingo, 22 de mayo de 2011

Economía en el siglo XVI

Demografía y prosperidad económica.
   El crecimiento demográfico del siglo XVI, que aumentó la población en un 50% y la amplicación del espacio de ciertos cultivos permite hablar de un período de expansión económica. El aumento de la producción agrícola trajo como consecuencia la ampliación de los núcleos urbanos.
   Los priviliegiados y la monarquía optaron por la exportación de materias primas y productos manufacturados, donde las colonias americanas jugaron un papel fundamental. La economía estuvo en todo momento al servicio de la política, lo que provocó algunos períodos de crisis.
Consecuencias de la influencia colonial.
   La demanda americana de mercancías desató una oleada de prosperidad agrícola en Andalucía. Fue el período de esplendor de las ferias castellanas, donde la plata acuñada en Sevilla servía para comprar las mercancías de toda España y Europa que habían de embarcarse para las Indias. La abundancia de oro y plata hizo bajar su valor en relación con las mercancías, desencadenando la revolución de los precios.
Exigencias económicas de la política imperial.
   Los imperios de Carlos I y Felipe II exigieron una política económica destinada a obtener recursos para sufragar las maniobras políticas. El dinero del que disponía procedía de América, de los bienes del Patrimonio Real y de los ingresos procedentes de la presión fiscal sobre los súbditos.
   Los impuestos podían ser directos e indirectos. Entre los directos estaban los servicios que eran de cuantía y duración limitada y los votaban las Cortes. Entre los impuestos indirectos en más saneado fue la alcabala, que gravaba las ventas en un 10%. A finales del reinado acuciado por las deudas, el rey Felipe II impuso un nuevo impuesto indirecto, que fue el servicio de los millones, que gravaba los productos de primera necesidad.
Asentistas y banqueros.
   La necesidad de poner a disposición de los reyes cantidades de dinero en lugares y fechas determinados propició la aparición de los asentistas, que contrataban con el monarca el asiento de una cantidad de dinero en un lugar fijado.
   Por esta vía los banqueros fueron haciéndose con cantidades crecientes del importe de los impuestos de la monarquía. Los desajustes de fecha entre el desenvolso del dinero y la recaudación de los impuestos fueron frecuentes. Esto, junto con la  disminución del oro americano, ocasionó sucesivas bancarrotas de la  Hacienda pública durante el reinado de Felipe II.

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