Es la única obra conservada de Velázquez en la que aparece una mujer desnuda, aunque sabemos que pintó alguna más. Por supuesto, nadie duda de su autenticidad, pero sí existen discusiones en torno a la fecha: unos piensan que la hizo en 1648 y otros que fue en Italia, entre 1648-1650. Lo que sí es cierto es que apareció en un inventario en 1651 como propiedad del Marqués de Eliche, gran amante de la pintura de Velázquez y de las mujeres, por lo que se piensa que puede representar a su esposa o a una de sus amantes. Quizá por despistar, el pintor coloca el rostro del espejo difuminado para así reflejar el cuerpo desnudo de la dama que el marqués amaba. Velazquez coloca a una mujer de belleza palpable, de carne y hueso, resaltando aun más la carnación gracias al contraste con el paño azul y blanco, o el cortinaje rojo que da gran carga erótica al asunto. Posiblemente esto provocó que una sufragista inglesa acuchillara el cuadro en 1914 con siete puñaladas que apenas sí se notan. Da la sensación de que el artista ha sorprendido a Venus mientras Cupido, resignado, sostiene el espejo en el que se refleja el rostro de la belleza, aunque lo que deberíamos ver sería el cuerpo de la diosa. En cuanto a la técnica, cabe destacar cómo el pintor utiliza una pincelada suelta, que produce la sensación de que entre las figuras circula aire, el famoso aire velazqueño.
jueves, 9 de junio de 2011
Las hilanderas de Velázquez
Una de las obras más interesantes y enigmáticas del pintor sevillano, sobre todo en cuanto al tema, es La fábula de Aracné. Fue pintado casi con total seguridad en 1657 para D. Pedro de Arce, Montero del Rey, aunque en el siglo XVIII ya figura en las colecciones reales. En primer plano vemos cinco mujeres que preparan las lanas para la fabricación de tapices. Al fondo, detrás de ellas, aparecen otras cinco mujeres ricamente vestidas, sobre un fondo de tapices. Esta última escena sería la que da título al cuadro ya que recoge la fábula en la que la joven Aracné, al presumir de tejer como las diosas, es retada por Atenea a la confección de un tapiz. El jurado dictaminó un empate pero Atenea castigó a Aracné convirtiéndola en araña para que tejiera durante toda su vida. Con esta fábula, Velázquez quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de tapices, no una artesanía como la labor que realizan las mujeres en primer término. Poner el mensaje en un segundo plano es un juego típico del Barroco. También hay quien piensa que se trata de una escena del obrador de la Fábrica de Tapices de Santa Isabel que el pintor solía frecuentar a menudo. Pero esto no sirve para explicar la escena de segundo plano. Trate sobre lo que trate, estamos ante una de las mejores pinturas, en la que Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento, como se aprecia en la rueca de la izquierda, cuyos radios no vemos, y en la figura de la derecha que devana la lana con tanta rapidez que parece que tiene seis dedos. También hay que destacar el efecto atmosférico, es decir, la sensación de que entre las figuras hay aire que distorsiona los contornos y hace que las figuras estén borrosas. La pincelada no puede ser más suelta, utilizando manchas como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro, que está a contraluz. La luz viene de la derecha, siendo admirable que con tan limitado colorido se obtenga esa excelente luminosidad. El artista consigue anticiparse al Impresionismo en 250 años. Los añadidos posteriores en los cuatro lados hacen la obra más grande pero no menos interesante.

Plaza Mayor de Salamanca
La Plaza Mayor es un hecho urbano-arquitectónico peculiar de la Edad Moderna y de especial consideración en el contexto hispánico. La obra salmantina -realizada por Alberto Churriguera entre 1729 y 1753- es una concepción racionalizada y secularizada por su planteamiento funcionalista, como solar de memorias ciudadanas, de esparcimiento, de mercado y de actividad lúdica. Es un armonioso diseño de piedra rosada en el que destaca el Pabellón Real, que se engalana con los medallones de Felipe V y de Isabel de Farnesio, y la representación de San Fernando. También se integró un compendio iconográfico dedicado a las glorias de la Historia de España. Además de ofrecer un servicio social integrado, a nivel de todo su diseño se plantea con un armazón estructural coherente y unitario. En el conjunto se integra de manera acertada el Ayuntamiento, obra de Andrés García de Quiñones.
La fragua de Vulcano
Pintado por Velázquez hacia 1630 en su primer viaje a Italia, fue posteriormente comprado por Felipe IV en 1634. El tema elegido está inspirado en las Metamorfosis de Ovidio: Apolo se acerca a la fragua de Vulcano para contarle la infidelidad de su esposa, Venus, con Marte. Al escuchar la noticia toda la fragua se queda petrificada: esta sensación la ha conseguido perfectamente el artista. Velázquez se ha puesto en contacto con el arte italiano, como se observa en las anatomías de los ayudantes de Vulcano, situados en diferentes posturas para demostrar el dominio de las figuras. También se advierte el interés mostrado por conseguir el efecto espacial, recurriendo a disponer figuras en diferentes planos, ocupando todo el espacio, relacionándose a través de líneas en zig-zag. La luz también ha experimentado un sensible cambio al modelar con ella las formas de los cuerpos que revelan la estructura de los huesos y músculos bajo la piel. Se advierte que estamos, sin duda, ante una nueva fase del arte de Velázquez.
Cuadro de Felipe IV
De entre los retratos ecuestres pintados por Velázquez para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, éste es uno de los pocos que fue realizado enteramente por el maestro. Buena prueba de ello son los arrepentimientos típicos que encontramos en las patas traseras y en la cola del caballo y en la cabeza y el busto de Felipe IV. El caballo alza las patas delanteras en una maniobra de alta escuela de equitación denominada levade o corveta, para la que el rey emplea una sola mano. Así da una muestra de dominio y capacidad de mando, siendo una alegoría del poder. Velázquez muestra ahora un estilo más suelto y luminista, utilizando diferentes tonalidades de color que hacen que su etapa sevillana se pueda catalogar de austera. En esta escena la sensación de tercera dimensión está perfectamente conseguida a través de un paisaje casi impresionista , conseguido a través de bandas paralelas de color. Se supone que tras la figura real se encuentra la sierra del Guadarrama, por lo que el retrato se podría haber realizado en el monte de El Pardo.Esta obra serviría como modelo para que el escultor Pietro Tacca realizara la estatua ecuestre de Felipe IV que hoy se puede observar en la madrileña plaza de Oriente, frente al Palacio Real.
Las meninas de Velázquez

Cuadro del conde-duque de Olivares
Plaza de Vaticano

Vieja friendo huevos
Palacio Real. Campo del Moro
Palacio Real
Para su decoración interior, se emplearon ricos materiales: mármoles españoles, estucos, madera de caoba en puertas y ventanas e importantes obras de arte, en especial las pinturas al fresco de los principales artistas del momento como Giaquinto,Tiepolo o Mengs y sus seguidores españoles Bayeu y Maella.
La decoración del Palacio Real de Madrid ha ido cambiando con el paso del tiempo según los diferentes estilos artísticos de cada momento. Del reinado de Carlos III se conservan el Salón del Trono, la Cámara del Rey (o de Gasparini) y la Sala de Porcelana, obra de la Real Fábrica del Buen Retiro. Del reinado de Carlos IV destaca el Salón de Espejos y de época Alfonso XII el Comedor de Gala.
Campo del Moro
Los jardines de Palacio llamados Campo del Moro, tienen su origen en época de Felipe II, aunque su aspecto actual data de 1890. La plaza situada al Este de Palacio, llamada por esto de Oriente, recientemente remodelada, está adornada con varias de las esculturas de reyes de España realizadas durante el reinado de Fernando VI, para la decoración exterior de Palacio.Plaza Mayor de Madrid
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