miércoles, 8 de junio de 2011

La guerra de sucesión

   El testamento de Carlos II no suscitó en un principio ninguna oposición; todos los soberanos -a excepción del emperador- reconocieron al duque de Anjou como rey de España y, en abril de 1701, Felipe V hizo su entrada en Madrid, pero las torpezas de Luis XIV hicieron cambiar la situación. En febrero de 1701 dio a entender que su nieto podría conservar sus derechos sobre  la corona de Francia. Actuando en nombre de Felipe V, Luis XIV ocupó los Países Bajos. Estas provocaciones provocaron el acercamiento de las Provincias Unidas, Inglaterra, Dinamarca y Portugal al emperador y se comprometieron a otorgar la sucesión de España al archiduque Carlos de Austria. El conflicto dinástico en torno a la sucesión de España desembocó así en una guerra internacional y, en el interior de la península, en una guerra civil entre los partidarios de cada uno de los pretendientes.
   Los aliados comenzaron cosechando éxitos. Los ingleses se apoderaron de Gibraltar (1704) y de Barcelona (1705). Cataluña, Valencia y Aragón se aliaron al archiduque, que entró en Madrid en junio de 1706, pero el pueblo castellano se levantó a favor de Felipe V. Se organizó la contraofensiva que permitió a los franco-españoles derrotar a sus adversarios en Almansa en 1707. En realidad. la partida se jugó en Flandes y en el Rin. Tras algunos éxitos iniciales, los franceses retrocedieron en todos los frentes. Desanimado, Luis XIV estaba a punto de abandonar el combate, pero sus adversarios le pusieron condiciones inaceptables: le exigieron que cediera Alsacia, Estrasburgo y Lille, y que el ejército francés expulsara de España a Felipe V. Con estas exigencias "contrarias por igual a la justicia y al honor del nombre francés" las hostilidades se reanudaron. Esta vez, los franco-españoles llevaron las de ganar. En España, Vendôme consiguió la victoria en Villaviciosa (1711); en el norte Villars detuvo a los imperiales en Denain (1712).
   Desde el punto de vista militar, Felipe V ganó la partida. La muerte de José I tuvo como consecuencia que su hijo y heredero, el archiduque Carlos, se convirtiera en nuevo emperador. Si éste llegaba a ser además rey de España se volvería a la misma situación de 1519, cuando Carlos V, que ya reinaba en España, recibió la dignidad imperial. Inglaterrra y Holanda cambiaron de partido: se resignaron a reconocer a Felipe V como rey de España a condición de que renunciara definitivamente a sus derechos a la corona de Francia. Se firmó el tratado de Utrecht, en abril de 1713. Inglaterra fue la gran beneficiaria. Conservó Gibraltar y la isla de Menorca; en el ámbito económico: consiguió el monopolio de la trata de negros, el derecho a enviar a las Indias un barco mercante de quinientas toneladas, barco llamado de permiso, rompiendo el monopolio comercial de España con su imperio colonial. En un acuerdo posterior, firmado en 1714, España cedió al imperio todas sus posesiones exteriores a la península ibérica: los Países Bajos españoles, Nápoles, el Milanesado y Cerdeña.
  Las repercusiones interiores de la guerra de Sucesión fueron que los privilegiados y las clases populares tomaron opciones contrarias; mientras que territorialmente la corona de Aragón se alineó con el archiduque y Castilla con Felipe V. La invasión extranjera fue lo que desencadenó una guerra civil. A los castellanos les molestó la presencia de portugueses en Madrid. En 1706 el archiduque lanzó su ofensiva contra el centro de la península, los castellanos organizaron una guerrilla amenzando cortar sus vías de comunicación, por lo que se vio obligado a abandonar Madrid. En 1710 nuevamente los partidarios del archiduque ocuparon Madrid y fueron expulsados por un levantamiento del pueblo  castellano. Por miedo a perder su influencia los grandes de España tomaron distancias respecto de los Borbones.
   En la Corona de Aragón las capas populares tomaron partido contra los Borbones. El régimen señorial era mucho más duro que en Castilla. La guerra civil tomó en Valencia el cariz de una revuelta antiseñorial: los campesinos asaltaron los dominios de los nobles.
   Para explicar el rechazo de la corona de Aragón a someterse a los Borbones, hay que evocar el miedo a perder su estatuto de Autonomía. Carlos de Austria, Habsburgo, ofrecía garantías: el último rey de España, Carlos II, había respetado los fueros escrupulosamente. Además se guardaba un mal recuerdo de las tropas francesas en la década de 1650 y del tratado de los Pirineos que había dado a Francia el Rosellón y la Cerdaña.
  Tras la batalla de Almansa (1707) Felipe V declaró la abolición del estatuto de autonomía del reino de Valencia. Este precedente inquietó a los demás integrantes de la corona de Aragón. No había tocado los fueros del País Vasco y de Navarra, regiones que se habían adherido a él desde el principio y le habían permanecido fieles. La abolición del estatuo de autonomía de Valencia y después el de los demás territorios de la corona de Aragón, debe interpretarse como una sanción contra los súbditos rebeldes. La resistencia de Barcelona fue más fuerte que en el resto del Principado, prolongó su resistencia a los Borbones después de la paz de Utrecht, mediante las milicias urbanas. El asalto final tuvo lugar el 11 de septiembre de 1714. Al año siguiente, Aragón y Cataluña perdieron sus fueros.

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