lunes, 6 de junio de 2011

Carlos II

   El desdichado Carlos II (1665-1700), se trataba de un ser enfermizo al que tuvieron que amamantar durante cuatro años. A los cuatro años aún no andaba y a los nueve no sabía leer ni escribir. El menor esfuerzo le dejaba agotado. Este enfermo fue el encargado de dirigir España después de las grandes derrotas militares y diplomáticas y de solucionar su propia sucesión.
   Hasta hace poco se pensó que el reinado de Carlos II había tocado el fondo del abismo, sin embargo a partir de 1680 España empezó a cambiar en varios aspectos esenciales como la Hacienda pública, la economía, la política exterior e incluso el movimiento de las ideas.
   El último de los Austrias inspira conmiseración, sólo hay que ver en el museo del Prado su retrato donde el autor, Carreño, no pudo ocultar sus rasgos degenerados, la falta de expresión y la fragilidad de ese adolescente.
   A los cuatro años, en 1665, sucedió a su padre. Su madre Mariana gobernó como regente. Siendo el verdadero amo de la situación el jesuita Nithard, pero los nobles no aceptaron esta situación: inclinarse ante un plebeyo que además era extranjero. Juan José de Austria, hijo natural de Felipe IV, partió de Cataluña en el invierno de 1668-1669 sobre Madrid. A su paso fue aclamado como el salvador de la patria. Nithard prefirió huir el 25 de febrero de 1669. Mariana eligió como favorito a Fernando de Valenzuela. Los nobles tampoco aceptaron a este advenedizo, se unieron alrededor de Juan José de Austria que partió de Aragón en enero de 1677 y avanzó triunfalmente sobre la capital al frente de un ejército de 15.000 hombres. Fue el primer pronunciamiento militar de la historia de España. Juan José se mantuvo en el poder hasta su muerte en 1679.
   El rey aprendió la lección y a partir de entonces los primeros ministros fueron aristócratas. Destacaron el duque de Medinaceli (1680-1685) y el conde de Oropesa (1685-1691) que tomaron medidas para sanear la Hacienda. Reactivaron la economía sobre unas bases más sólidas y pronto se apreciaron mejoras sustanciales.
   En política exterior se produjo una paradójica inversión de alinzas. La Holanda independiente dejó de ser una enemiga y se puso al lado de España para contrarrestar el imperialismo inglés y el expansionismo francés. España intentó recuperar Portugal, que tenía como aliado a Inglaterra. Holanda intentaba instalarse en Brasil lo cual les enfrentaba a Portugal. España no consiguió ningún provecho de esta alianza y Portugal continuó siendo independiente.
   En 1667 Luis XIV reclamó los Países Bajos españoles. Holanda se alarmó y se acercó a España, mientras que el emperador se inclinó más bien por Francia. En 1672 Francia declaró la guerra a Holanda, que inmediatamente fue apoyada por España. En 1678 se firmó la paz de Nimega que atribuyó el Franco Condado a Francia, así como diversas ciudades y la mitad de la isla de Santo Domingo. La contienda se reanudó en 1683 y en 1690, siempre a propósito de los Países Bajos españoles. Holanda consiguió que España se mantuviera firme por miedo a que España extendiera hasta allí sus dominios.
El problema de la sucesión
   Carlos II se casó dos veces, con María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo, sin poder tener descendencia en ninguno de los dos matrimonios. El rey, incluso, se sometió a sesiones de exorcismo para ver si de esa forma lograba tener descendencia, pero fue en vano.
   El trono de España quedó vacante, con tres posibles candidatos:
- El príncipe José Fernando.
- El archiduque Carlos de Austria.
- Felipe de Anjou.
   Estos tres candidatos querían repartirse el reino entre ellos, para lo que concertaron un pacto secreto. Sin embargo este pacto llegó a oídos del rey que, herido en su orgullo, nombró único heredero al príncipe bávaro José Fernando. La muerte de éste volvió a plantear el problema. Nuevamente los candidaos pretendieron repartirse las posesiones españolas. A lo que Carlos II contestó con un nuevo testamento: 1) Felipe de Anjou; 2) el duque de Berry; 3) el archiduque Carlos de Austria; 4) el duque de Saboya. Asombrosamente Francia daría un rey a un país del que había sido enemiga durante siglos.

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