lunes, 6 de junio de 2011

La Guerra de los Treinta Años

    Desde que Carlos V accediera al imperio, España no tuvo enemigo más encarnizado que Francia. El  motivo era que la solidaridad de los Habsburgo inquietaba a Francia, rodeada de territorios hostiles por todas partes. Prevaleció, en Francia, el sentimiento de miedo al imperio de España.
   En 1618 estalló un conflicto en Bohemia entre calvinistas y católicos. Los primeros rechazaban al rey Fernando por miedo a que no reconociera la libertad de culto. Dinamarca y Suecia se solidarizaron con los calvinistas y España con el emperador Fernando. España ocupó el Palatinado, con lo que se garantizaron las vías de comunicación entre Italia y Flandes. En 1635 Francia entró en el conflicto para evitar que la victoria de España no fuera demasiado amplia. Al principio la superioridad de España parecía, victoria en Corbie (1636), victoria marítima en el Atlántico en 1638 y levantamiento del bloque de Fuenterrabía. Pero el vuelco de la guerra sucede tras la victoria del ejército francés en Rocroi el 19 de mayo de 1643. Esto supuso el fin del mito: desde hacía 150 años los tercios españoles, la temible infantería del ejército, tenían fama de ser invencibles. En Rocroi los mosquetes y los cañones vencieron a las picas, el  poder del fuego acabó con los grandes batallones. La caballería y la artillería, "armas ricas, armas de ricos", reflejan la nueva relación entre una España agotada y una Francia dinámica.
   Al conocerse la derrota de Rocroi el conde-duque fue destituido. Olivares murió dos años después, en 1645. Un nuevo desastre militar en Lens (1647) y el hecho de que la guerra se acercara a la península ibérica (1640); los franceses amenzaron el Rosellón y el País Vasco y se sublevaban Portugal y Cataluña. España se resignó a admitir su derrota en Europa.  Los tratados de Westfalia (1648) marcaron el fin de una época, España reconoció la independencia de Holanda y el derecho a cerrar las bocas del Escalda, lo que supuso la ruina de Amberes y el triunfo comercial de Amsterdam. Poco después se firmó la paz de Osnabrück, en el que se reconocían las libertades germánicas, la independencia de los príncipes y ciudades soberanas de Alemania. El imperio pasó a ser una confederación de estados. Se vino abajo el sueño de Carlos V, rehacer la unidad religiosa de Europa. La cristiandad había muerto y surgía una nueva Europa. España no quiso sumarse ya que esperaba recuperar la unidad política de la península ibérica reconquistando Cataluña y Portugal. Lo logró en el primer caso, no sin concesiones. En el tratado de los Pirineos (1659) España tuvo que hacer concesiones a Inglaterra y Francia. En 1668 tuvo que reconocer la independencia de Portugal.

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